Blog de robótica e inteligencia artificial

4/24/2018

Sobre la intuición y el sexto sentido

¿Os acordáis del sentido arácnido de Spiderman? Es la habilidad sobrenatural para detectar peligro inminente que le han atribuido al periodista Peter Parker. ¿Es tan sobrenatural? En 2009 se reveló un estudio en el que soldados estadounidenses destinados en Iraq eran capaces de detectar con un acierto nada despreciable, qué calles tenían explosivos ocultos.



Daba igual que se conocieran de memoria una calle, o que la patrullasen continuamente. Había algo que les indicaba que alguien había hecho un cambio desde la última vez que pasaron. Había veces que se equivocaban, sí, pero otras veces salvaron muchas vidas. ¿Es esto una habilidad sobrenatural? En mi humilde opinión, no.

Continuamente se escucha y se lee la expresión olfato policial, referido a la intuición que tiene ese colectivo profesional para descubrir algún crimen o seguir pistas. En general, consiste en la detección de señales no aparentes para los ojos y sentidos no entrenados como policía. Pero por lo general, no pensamos que todos los policías de nuestras ciudades sean unos superhéroes.

O pensemos en una persona que realiza procesos de selección de personal para empresa todas las semanas. Estoy convencido de que una persona dedicada a esa actividad durante mucho tiempo será capaz de predecir con mucho mayor acierto y antes que una persona cualquiera, qué candidato es el mejor entre un colectivo. ¿No le ocurre lo mismo a un profesor con sus alumnos, o a un entrenador de fútbol con sus jugadores? ¿Y a eso le llamamos superpoder?

Entonces, ¿qué es lo que los soldados, policías, profesores... tienen en común? Es difícil de explicar. La mayoría de la gente se refiere a ello como intuición, pero esa explicación no es muy científica. Los militares pasaban varias veces por la mismoa calle, pero algo les decía que había una bomba. ¿Qué podía ser? En mi opinión, señales. El soldado no tiene por qué ser consciente exactamente de qué señales se trata, pero puede que sea una piedra movida de sitio, más silencio, un número de huellas superior al habitual, o una combinación de distintos factores. A esa habilidad natural que tiene el cerebro se le llama identificación de patrones (pattern recognition), y tal y como he dicho, simboliza a que cuando el cerebro percibe un conjunto de señales (de las cuáles no somos muy conscientes), algo se activa, y avisa de un peligro, o de que en algún lugar de una escena del crimen hay una pista aún no descubierta.

Esto mismo puede hacer alguien del departamento de Recursos Humanos de una compañía, el cual no sabe muy bien por qué, pero es capaz de predecir quién es válido y quién no con una simple conversación de café, y no necesariamente sobre la actividad profesional. Puede que sea la mirada del candidato, el tono de voz, o su ritmo, o la entonación, o la postura, o una combinación de todo ello. No lo sabemos explicar ni medir con seguridad. Simplemente, lo sabemos.

De la misma manera, tampoco podemos decir por qué una persona nos cae bien, o nos enamoramos de ella. Pero si repasas tus relaciones sociales, es muy posible que entre ella tengan en común más cosas de las que parece a simple vista, o que hay factores no aparentes entre ellos que te han atraído. Todos tenemos ese superpoder de intuir con quién tenemos más química y con quién no. Lo entrenamos a lo largo de toda nuestra vida. 

¿Habéis entendido ya qué es el sentido arácnido de Spiderman? ¿Sí? Pues entonces habréis descubierto en qué se basa el aprendizaje no supervisado (unsupervised learning), la cual es la rama de la inteligencia artificial más prometedora. Los sistemas informáticos tratan de detectar qué patrones se repiten en nuestra vida cotidiana. Un software es capaz de manejar muchos miles de datos, retenerlos en la memoria, y analizar un sinfin de posibilidades hasta detectar al final las señales comunes que a nosotros nos hacen saltar la alarma, o empezar a percibir un determinado sentimiento.

Las máquinas, grabando todos vuestros movimientos, textos escritos, horarios, hábitos... acumularán la cantidad de datos suficiente para predecir qué os va a gustar. Facebook, gracias a las fotos que colgamos en su red social, es capaz de predecir qué persona nos va a gustar. Da igual que no aparezcamos con esas persona a solas en la imagen, y que aparezca más gente. Las miradas, las interacciones entre los distintos usuarios, los hábitos de conexión en la red social... permiten calcular el resto.

Imaginaos que fuésemos todos con unas Google Glasses por la calle. La empresa tecnológica sabría en todo momento cuánto tiempo prestamos atención a una persona, como pasamos nuestros ojos de su cara al cuerpo, qué descartamos de nuestro campo de visión, a qué velocidad se mueven nuestras pupilas... y eso bastaría para saber la mayor parte de nuestra vida.

Son aspectos de privacidad que están ahora muy presentes en el debate. Recordad que no tenemos que indicar exactamente todo a un gigante digital para que ellos descubran más allá de lo que pensamos, sentimos. Muy probablemente descubran cosas de nosotros de las que muy probablemente, nosotros no seamos conscientes.
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